¿Qué
pasos siguió el Sr. Sherlock Holmes?
Como
lo expresa el mismo Holmes en el capítulo II, la deducción a partir de la
observación de los múltiples detalles encontrados en la escena del crimen,
fueron la base para encontrar al autor del asesinato, el cual fue
esclareciéndose de la siguiente manera:
Comenzó
con una investigación de lo general a lo particular, razonando hacía atrás, es
decir, teniendo como resultado el asesinado del Sr. Enoch J. Drebber, se
dispuso a encontrar los actos que se llevaron a cabo para cometer tal fechoría.
Primeramente,
desde el exterior de la escena del crimen observo que, dadas las inclemencias
del tiempo, en el lodo resultado de una lluvia constante, habían quedado
registradas las huellas de un carruaje, mismo que había estado afuera de la
casa en el transcurso de la noche anterior al crimen y que, por ende, al no
encontrarse huellas de otro vehículo, habían llegado en él, tanto la víctima
como el victimario.
De
igual manera, descubrió que habían quedado marcadas las herraduras del caballo
que alaba del carruaje y que éstas reflejaban el comportamiento del animal, de
lo cual dedujo que el transporte había estado sin conductor por un largo
tiempo.
Al
ingresar al jardín, en el barro pisoteado (lodo) logró descubrir entre las muchas
huellas de los oficiales, la pista de dos hombres que habían pisado primero con
diferente tipo de calzado, uno más fino que otro. Noto que el de calzado más
tosco era de buena condición física y altura puesto que, por la capacidad de
sus zancadas había sorteado los charcos de agua sin ningún problema, dato que
pudo corroborar con el mensaje escrito en la pared para desviar la investigación,
ya que por conocimientos adquiridos anteriormente sabía que las personas que
escriben de pie lo hacen a la altura de la vista natural (los ojos).
Al
entrar a la casa y encontrarse con el cadáver de aquel hombre vestido tan elegantemente,
se percató del gesto de odio y temor que había quedado impreso en su rostro y
al no encontrar rastro alguno de herida, procedió a revisar el cuerpo acercándose
con cautela para oler sus labios en donde percibió un ligero olor agrio, fue
así como llego a la conclusión de que aquel hombre había sido obligado a
ingerir veneno.
Posteriormente,
al encontrar aquel anillo olvidado en la escena, Holmes supuso que el móvil del
crimen había sido por una cuestión sentimental, hipótesis que confirmó al
recibir respuesta al telegrama enviado a la Jefatura de Policía de Cleveland,
en el cual informaron que ya con antelación el Sr. Drebber había solicitado
protección de la ley contra un antiguo contrincante amoroso, llamado Jefferson
Hope.
Más
tarde, teniendo el motivo del asesinato y un nombre, Sherlock se valió de la
ayuda de algunos chicos de la calle para dar con el homicida, quién se
desempeñaba como conductor de un carruaje de alquiler, por lo cual pidió a su
cuerpo de detectives vagabundos solicitar los servicios de transporte al Sr.
Hope, citándolo en el apartamento del Sr. Holmes y el Dr. Watson para así poder
echar mano al asesino.
Contrario
a Holmes los detectives del Scotland Yard, Gregson y Lestrade, se dejaron
llevar por las por las pistas fáciles y obvias, el primero se inclinó por un
altercado sucedido en el hotel en donde se hospedaba Enoch Drebber, ya que éste
último trató de seducir a la hija de la arrendataria, lo que provocó la furia
del hermano mayor de la chica, el teniente de Marina Charpentier, quién salió
con un pesado garrote en mano tras el Sr. Drebber, cuando éste abandonó el
hotel, suponiendo entonces que el teniente había matado al Sr. Drebber de un fuerte
golpe en el estómago. Por otro lado, el investigador Lestradre culpó al secretario
de la víctima el Sr. Stangerson, por haber viajado juntos durante mucho tiempo
y casualmente haber desaparecido justo el día del asesinato.
Por lo
antes expuesto, la diferencia entre Holmes y los detectives del Scotland Yard,
fue que Sherlock siempre se valió de la deducción como resultado de la
observación de los detalles como su arma principal.
Estudio en escarlata (A
study in Scarlet), Arthur Conan Doyle, (1887), Reino Unido: Ward Lock &
Co.
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